Nada
La melancolía se apodera como un demonio, de tu cuerpo y de tu alma.
Y te araña el brillo de los ojos con sus afiladas garras. Haciendote sangrar emociones en forma de lagrimas. Y tú sientes como poco a poco te vas hundiendo en el inmenso mar de la soledad y de locura . Por más que quieras escapar de tu propia locura oscura y ¡No puedes! Te sientes atrapado en un tu propia pesadilla profunda y humana. Eres como un ratón preso de tu propio laberinto emocional. Una pieza de un rompecabezas gris que no encaja en el puzzle del color.
Y por mucho que intentas encajar con el mundo no puedes. No es que te niegues a ser como las demás ovejas del rebaño, es simplemente que tu mundo gira en sentido contrario a como gira el de los demás.
Donde otros ven luz, tu solo ves oscuridad. Una oscuridad que te envuelve entre sus brazos grises y profundos. Y que te acaricia con sus inviables,pero fuertes tentáculos. Levantando lentamente la fina piel de tu alma. Dejando al descubierto la flor oscura de tu tristeza y de tu miedo.
El reloj avanza lento y pesado con su amenazante tic tac. Y tu rostro en el espejo se va convirtiendo lentamente en una polilla deformada. De repente un grito agudo resuena desde lo más profundo de tu ser, y atraviesa tu corazón como un cuchillo de óxido y hielo. El tiempo se fragmenta ante tus ojos. Y la muerte pide abrirse camino entre tus venas. Nada parece detener el ritmo siniestro de un reloj, cuyo tic tac recuerda, a los cascos de un caballo fantasma arrancando tiras de piel al viento.
¿La muerte? Qué misteriosa amante de artistas y románticos. Tejedora de oscuros sueños. Y ninfa de niebla deseando un último beso.
Contemplas su silueta en el quicio de la puerta observándote con una risa cómplice, oscura, siniestra. Una risa que era como un puñal de seda y hielo. Por una breve fracción de segundo quisiera no hacer caso de su presencia. Poder ser libre de su embrujo y de su sombra. Pero sabes que ella tiene las alas, para llevarte a ese oscuro país de las maravillas. En donde el dolor solo sea una metáfora más de un poema. Ese paisaje donde los ojos no duelan, y donde las palabras no desgarren con sus dientes invisibles la fina piel de las emociones.
Y mientras sostienes la hoja de afeitar entre tus dedos, el reloj continúa con su rítmico tic tac… Hasta sumirse en el más oscuro y profundo de sus silencio…
