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ESTE OTOÑO, TOQUÉ EL MAR
Este otoño,
toqué el mar.
El mar que es un abanico
dispuesto a llevarse la herida.
La palabra.
Toqué el mar como se toca la raíz,
de todas las plantas.
Toqué el mar,
o eso creía,
o eso dispersaba la memoria,
en aquellos juegos o eran retales
de antaño.
Y me vestí de blanco,
porque blanco era el cábala
de todos mis arrebatos.
Me vestí de blanco,
a pesar de que el mar es azul,
tan azul como tú,
tan amarillo semejante a eso
que dice ser el otoño.
Este otoño,
toqué el mar.
Se disponía a llevarse la palabra,
a llevarse mi herida.
Era el mar, ¡lo juro!
El mar, o la mar.
Alberti sonaba en estos olivos,
entre las lindes o en el quicio de
los zaguanes:
“El mar. La mar.
El mar. ¡Sólo la mar!
¿Por qué me trajiste, padre,
a la ciudad?
¿Por qué me desenterraste
del mar? ”
Pero era sólo el otoño.
Y yo juro que toqué el mar,
porque era tan azul,
como tú.
Tan azul como tu pelo,
como tu verbo.
Tan azul como el mar.
Isabel Rezmo
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